A los 3 días que llevé a mi hija a casa empezó a llorar sin parar, desde las 6pm, a las 2am la llevamos a emergencias porque no se calmaba con nada: pañal limpio, alimentación completa, clima templado. En emergencias me dijeron que podía tener una infección urinaria y hacerle el análisis fue complicado, cuando por fin lo logramos… los resultados salen negativos y lo primero que me dice una doctora es que a mi hija le faltaba comida y que eso era todo. Volví a casa sintiéndome super mal, será que todo ese tiempo solo tuvo hambre? Ya eran las 6am y se empezó a calmar. La siguiente noche pasó lo mismo, y la siguiente lo mismo, Dentro de mi inexperiencia como madre primeriza, yo decía “ se supone que todos los bebés lloran un montón, así debe ser la maternidad”.
Pasé unos días terribles hasta que conseguí cita con su pediatra y el diagnóstico fue claro, la lactosa no le estaba cayendo bien y le estaba causando dolor y cólicos en su todavía inmaduro sistema digestivo.
Fueron unos días de no dormir y fueron suficientes para que se vuelva una pesadilla, una experiencia que no deseo que ningún padre pase. La impotencia de escuchar ese llanto de dolor es muy fea, quisiera haber sabido reconocer antes que su llanto no era “normal” como yo pensaba.
Marly Marquez (mamá de Aissa)